
Se cumple un año desde que pasó el accidente que cambió significativamente mi manera de vivir y ver la vida. Gracias a Dios estamos ambos bien y en condiciones de contarlo.
A partir del accidente descubrí lo vulnerable que uno puede ser. La fragilidad de la vida. Lo imprevisto puede suceder. Esto ocurre a pesar de todos los intentos que uno haga de tratar de controlar su vida y sus variables. Obviedades olvidadas
Personalmente, aprendí muchísimo. Comprendí el valor de ciertas cosas. Las daba por sentadas y consideradas obvias. Quizás su cotidianeidad hacía que perdieran cierto valor.

Aprendí a valorar más los procesos que las metas. A celebrar los pequeños logros que tomaron dimensiones supersónicas. Cada acto antes espontáneo, rutinario, habitualmente no valorado, empezó a ser un desafío nuevo. Desde caminar equilibradamente, hablar, leer, escribir, manejar una agenda, una computadora… Todo pasó a tener un plus. El levantarnos fue difícil. Costó mucho y con orgullo digo, ¡lo logramos!
Fue fundamental para ello mantener la esperanza en mí misma y confiar en los recursos adquiridos en batallas anteriores. Estaba completamente segura de que saldríamos adelante de algún modo. Esa certeza me mantuvo fuerte cuando todo parecía complicarse. ¿Por qué y de donde salió tanta valentía? No lo sé.
MI resiliencia, de la cual me vuelvo a enorgullecer, me permitió mantenerme firme en medio del caos. Suena un poco soberbia. Sin embargo, realmente fue esa fuerza interior la que me permitió no perder de vista el objetivo. Me ayudó en medio de tanta confusión. Salir lo mejor posible de esto: esa era la meta.
Siempre valoré a mi familia y mis amigos, pero nuevamente, en esta ocasión ¡Cómo agradezco su existencia en mi vida! Cuando intervino “el equipo” me sentí acompañada. Se pusieron en juego mis superpoderes y aprendí a pedir y a delegar. Se me hace aún un nudo en la garganta cuando recuerdo el apoyo de todos ellos.
Otro apoyo importante fue el afecto recibido por mis pacientes. Este merece un capítulo aparte. Sé y entiendo la famosa transferencia porque me dedico a esto. Sin embargo, la respuesta de ellos frente a la situación que yo estaba viviendo fue sinceramente inesperable. El amor y el afecto que recibí de su parte fortalecieron mi alma. Me mostraron que había muchos motivos para seguir participando. Retroalimentaba mi resiliencia y me hacía más fuerte.

Me hubiese gustado no tener que pasar por todo esto. Sin embargo, sirvió para profundizar mi conciencia y aumentar mi registro de lo que sí tengo. Me ayudó a focalizar en aquí y ahora. Agradezco, agradezco y no dejo de agradecer. Todo esto fortaleció mi resiliencia. Ya estoy lista para el nuevo desafío.
